Indiferente a la pandemia, la naturaleza repite su ciclo primaveral. En algún encinar salmantino una pareja de búhos chicos ha tenido retoños y los alimenta a base de topillos.
Aunque de corta edad y torpemente volandero, este polluelo y sus hermanos pronto alcanzarán el porte y la agilidad de los adultos. Mientras tanto, piarán repetidamente, noche tras noche, exigiendo a sus padres que acudan para saciar su voraz apetito.