Este popular ganado pagó las consecuencias de ser subastado en último lugar, en torno a las tres de la tarde tras más de cuatro horas de espera, y justo a continuación del de la raza Limusín que había generado tal expectación en el tendido que, al terminar, más de la mitad del público se fue. Así se allanó el camino para los verdaderamente interesados en encontrar gangas. Pujas poco ‘crecidas’ constataron esas sensaciones y dejaron a los ganaderos con la mosca detrás de la oreja. De haber salido antes a la arena del anillo de exhibiciones, quizá los resultados del charolés hubieran sido más fructíferos.