Con la crisis, son muchas más las personas que han llenado este espacio, algunos, no guardan vínculos con las drogas, sino que la situación económica les ha empujado a la calle, viéndose obligados a recurrir al café con galletas que les ofrecen las meriendas de Apared. Esta asociación distingue varios programas en su funcionamiento: captación, motivación, y derivación de enfermos dependientes; actividades lúdicas, manualidades, dinámicas de comunicación; y el programa de intercambio de jeringuillas. Mediante este último, reparten a quienes acuden materiales de venopunción , agua destilada y otros. En total, distribuyen unas siete mil jeringuillas al año, con su posterior recogida, aunque no todos regresan para devolverlas tras su uso.
El programa de seguimiento de drogodependientes del centro penitenciario se dedica a aquellos que han ingresado en prisión debido a sus problemas con las drogas. El proceso de terapia trata la realidad del consumo y el proceso de deshabituación. Actualmente Apared atiende a unas veinticinco o treinta personas, y al año acuden unas doscientas cuarenta.
Quienes no viven en la calle, subsisten con prestaciones básicas. La mayor parte, asegura una de las trabajadoras sociales, comenzó en las drogas blandas por simple curiosidad. Posteriormente, se sumergieron en el peligroso mundo de las drogas más duras. En este local los asistentes también pueden disponer de ordenadores pensados para buscar trabajo, y dejar sus pertenencias mientras en un lugar seguro mientras están en la calle. La mayor parte de ellos son hombres de entre 35 y 38 años, que encuentran en Apared su segunda familia y su segundo hogar, y en ocasiones, los únicos.
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